Una de las historias más antiguas de fantasmas, la narra Plinio el joven, en el siglo I después de Cristo... por ese entonces había en Atenas una casa que la conocían como la casa encantada, como quedó en ruinas y a muy bajo precio el filósofo estoico Atenodoro la compró, a pesar de su reputación, no pasó mucho tiempo para que se manifestara el fantasma, el filósofo no se asustó y lo siguió al lugar que le indicaba la aparición, ésta se detuvo en el jardín y le señaló un sitio, al otro dia Atenodoro lo mandó a excavar y encontró un esqueleto con cadenas, por lo que después procedió a enterrarlo con el ritual religioso de la época y ya cesaron los gemidos y dejó de aparecer el fantasma.
Este relato lo leí en el libro extraños fenómenos naturales de Sylvie Simon; desde la niñez estamos acostumbrados a que las historias de terror nos producen, como su nombre lo indica, terror, pero a la vez cierta fascinación, no es sino recordar cuando de pequeños escuchábamos a los adultos contar sus historias de fantasmas y como después en nuestros alcobas éstos se nos aparecían en los sueños, casi siempre dormíamos en esa noche en la alcoba de los padres o en la de los hermanos mayores, quienes disfrutaban y se burlaban de nuestros miedos. Ciertamente hay una separación muy sutil entre el mundo de los vivos y el de los muertos, algunas historias pasan de generacion en generacion, aseguran los narradores que su rigor es histórico ¿y si no cómo iban a mantenerse en el tiempo? cada persona, cada cultura agrega o les quita particularidades, en solitario algunas percepciones nos turban, ciertas sombras o ruidos nos desvelan, ¿sera verdad o todo es producto de nuestra imaginación?
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