martes, 13 de septiembre de 2016

TODOS TENEMOS ALGO DE COMPULSIVOS

Decía Freud que el dilema del hombre moderno era ser “un salvaje sano o un enfermo civilizado” parece que esta frase esta acuñada para los tiempos modernos, en parte es cierto y en parte no.

Toda civilización conlleva reglas que quien las respete se encuentra dentro de los cauces de la normalidad, por ello manifestaciones como el TOC o trastorno obsesivo compulsivo, podría decirse  se exacerba o es más visible en una sociedad que nos inunda con más información y más normas y claro  es más compleja que las aldeas tribales, pero lo cierto es, que en la antigüedad hubo poca literatura mèdica al respecto y algunos de estos pacientes fueron tildados como locos o quizás posesos por espíritus malignos.

Sin embargo es cierto que esta dolencia ha sido visibilizada en la modernidad y no obstante los estudios, las causas quedan en conjeturas, algunas tienen cierta validez porque hay seguimientos clínicos, hay tesis que determinan el origen de esta patología,  que infecciones bacterianas atacan las células cerebrales, porque es  un común denominador el hallazgo de los ganglios basales inflamados,  otros que es resultado de una contusión grave, los genes no están descartados.
Durante decenios, algunos psicoanalistas consideraron que el TOC  tenía sus causas en temores, ansiedades y secretos inconfesables, hoy no se sostienen estas tesis, parece que las infecciones son el elemento causal y un bichito que todos tenemos, el estreptococo puede ser el culpable
¿Pero cómo se manifiesta y esta dolencia si así se le puede llamar, es más común de lo que se cree? Veamos.




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Son varios los síntomas, que determinan que una persona es obsesiva compulsiva, tienen en común: las prácticas repetitivas y absurdas, hasta tal punto que desmejoran la vida en sociedad y aíslan al desafortunado.
Hay pacientes que se lavan las manos de manera incesante hasta el punto que derraman sangre.
Otros se comen las uñas que ya no tienen y siguen empecinados, no obstante que se hacen daño.
Hay quienes corren sin parar hasta quedar exhaustos o reproducen sonidos extraños que los hacen raros.
Hay compulsiones extremas, se dice de una mujer que pasaba 16 horas lavando la casa, echando limpiadores y no permitía el ingreso de extraños  porque venían contaminados de la calle, su esposo e hijos no podían entrar a su alcoba sin someterse antes a un exhaustivo baño
Pero no todos los obsesivos por la limpieza obtienen estos resultados, se dice de un hombre que vivía tan obsesionado por la basura en la vecindad que resolvió llevársela para su casa.
Hay otros rituales, revisar puertas, luces, los aparatos eléctricos, se dice de un ingeniero que tenía tres gatos y de manera compulsiva abría la puerta de la nevera porque estaba convencido de que había dejado un encerrado, no obstante que los viera afuera.

 Por ello se le llama también la enfermedad de la duda, porque el paciente siempre duda de que reviso o se cercioro de algo y este pensamiento lo atormenta sin cesar.

Otro síntoma desagradable son pensamientos suicidas u homicidas que  si explicación tiene el paciente, se imagina escenas sangrientas de familiares que ama y esto sí que lo atribula, se cuenta de un exitoso hombre de negocios que se imaginaba que iba a decapitar  a su hija a quien adoraba, seguramente tuvo varias sesiones ya que eran inimaginable estos pensamientos.

Ya vimos que el TOC puede conllevar excesiva limpieza y orden o lo contrario.
En 1975 los investigadores Clark y Manikar bautizaron al Síndrome de Acumulación Compulsiva (SAC) con el nombre del síndrome de Diógenes. Las personas que padecen este síndrome acumulan cientos de cosas, de recuerdos y de basura, hasta llegar a la patología.
Pero no todos los que sufren este trastorno son asociales. con terapias conductuales, fármacos pueden sobrellevar su convivencia con los demás-

En realidad todos tenemos algo de obsesivos compulsivos, cuando estamos ante una casa nueva  nos impulsa algo irrefrenable de colocar los cuadros  torcidos, asi sea en un milímetro, o arreglamos el desorden que vemos, escoger una mota o una brizna imaginaria o mirarnos varias veces al espejo, mirar el reloj en una espera de pocos minutos convencidos que han pasado horas, o mortificados por la duda de que cerramos bien las puertas, o cerramos la estufa de gas, o dejamos las mascotas adentro, una llamada a un vecino o familiar nos calma.

También somos acumuladores, en una sociedad de consumo tenemos más de lo que necesitamos, Hay acumuladores de cosas innecesarias u algo tontas r las que dan miles de dólares y no los llamo coleccionistas, por los los calzones de madona, o la cenizas del cigarrillo de un actor famoso o como en estos días que vi una subasta en que un ingenuo compro un frasco que tenía adentro un fantasma, que claro no se podía ver y si se abría se salía el espectro.
Como moraleja considero que mientras menos  cosas tenemos, mientras más conozcamos el desapego seremos más felices y esas locas compulsiones no atormentaran nuestra vida y todo será mejor.
Hay dos películas de compulsivos, una muy divertida: “ mejor imposible “ con el insuperable Jack Nicholson y otra muy dura, “ durmiendo con el enemigo” donde el esposo de Julia Robert es un Sico rígido muy violento.