Cuando apenas amanece, las noticias del día a día nos
perturban el ánimo, el planeta sigue en un frenesí de guerras y atentados y la
tierra tiembla con inusitado empeño, como si quisiera sacudirse del humano que
la atormenta.
Por eso es placentero para el espíritu traer a colación
fechas memorables, porque nos recuerdan a seres creadores, que por derecho
propio hacen parte del intangible de la humanidad, es decir, son parte de nuestro
patrimonio y cuando se nos antoje los invitamos a permanecer en nuestra casa,
pues sus lecturas son placenteras y contribuyen a que veamos el mundo desde
otra óptica diferente. Este 23 de abril se conmemoró un nuevo aniversario del
fallecimiento de dos grandes hombres de la literatura universal.
William Shakespeare quien nació en Inglaterra el 23 de
abril de 1564 y murió en abril 23 de 1616 fue el tercero de ocho hijos, su
padre un comerciante próspero y un político local le dio a su numerosa prole la
comodidad que podía darse en esa época, pero parece que Shakespeare no duró
mucho en el colegio y lo que atesoró de cultura lo debió mas a sus lecturas y
experiencias personales como actor de teatro y dramaturgo.
En cambio Miguel de Cervantes otro genio de las letras,
quien de manera extraña coincidió en dejar este mundo el 23 de abril de 1616 y
cuya cuna fue en Alcalá de Henares, cuarto hijo de un modesto comerciante,
sometido a las limitaciones de una situación no muy holgada.
Estudio en el
colegio de los jesuitas y parece que por un problema debió irse de España para
Roma donde se alistó en la milicia luchando contra los turcos en la célebre
batalla de Lepanto, donde el brazo izquierdo le quedó inutilizado.
Ya de regreso cayó prisionero y estuvo reducido a la
esclavitud, siendo liberado en 1580, al parecer se pagó por su rescate.
Los dos genios nos dejaron personajes inolvidables con
los que la humanidad se ha identificado, en lo bueno, lo malo, lo sublime, lo
perverso, lo místico, lo ingenuo, lo romántico, es decir desfilaron por todos los recovecos del alma humana, siendo intérpretes
de una realidad que trascendió a todas las épocas, veamos:
Difícil es recorrer toda la extensa obra del sublime
Ingles sin embargo hay personajes que nos son familiares, sea porque hay algo
en nuestro interior más profundo que posee esas pasiones o alguien allegado a
nuestro círculo se les asemeja, cito al
malvado mercader de Venecia, el judío Sylock, nos hemos atravesado con algunos
de estos personajes aborrecibles, usureros, perversos, codiciosos.
Que decir del taciturno príncipe Hamlet, a quien en
una noche de insomnio por la llegada de la fatalidad a su castillo, el fantasma
de su madre le confiesa cuáles fueron sus asesinos, la venganza empieza a
convertir más sombrío el reino del atormentado noble.
Y el celoso Otelo, quien confundido por las
habladurías del infame Yago ve infidelidades donde no las hay, y convierte a la
hermosa Desdémona en su víctima,
Y por último los enamorados de Verona, Romeo y Julieta
cuya historia que se pensaba iba a ser feliz, acabo sellada por la muerte,
similitudes pueden haber en estas edades modernas por tontas pero trágicas rencillas
familiares.
Ahora bien, en cuanto a Don Quijote, cuántos de
nosotros no participamos de aventuras imaginarias, nos lanzamos a batallas con
seres monstruosos y sin embargo la sed de justicia nos impele a seguir adelante,
como este romántico caballero andante.
Cuántos no tenemos
de Sancho Panza, tal incondicional, tan leal, tan sabio en su misma ignorancia
y tan apegado a la realidad,
Necesitaríamos tratados para ahondar en los personajes
de Shakespeare o de Cervantes, pero no es el propósito de este breve escrito,
solo sé que participamos de todas las emociones de estos seres que siguen viviendo
fuera del espacio y tiempo en que habitaron sus creadores.
Todos y todas a veces somos Quijotes y volamos por las
nubes o somos Sanchos, pisando la realidad o también volamos como cometas pero
atados a la tierra.