Se celebra cada 22 de abril el día de la tierra, somos
inquilinos en el único planeta habitable que se ha encontrado hasta el momento
en nuestro sistema solar.
El hombre desde que superó sus necesidades alimentarias y de protección,
al salir de las cavernas y dejar de ser cazador y recolector, asentado en la
comodidad de lo que era la economía agrícola y pastoril, tuvo oportunidad para
hacerse múltiples preguntas, de cuál era la naturaleza y el origen del lugar
que habitaba.
La manifestación histórica más antigua que se ha encontrado,
es en Mesopotamia, para los Sumerios el universo aparece por primera vez cuando
Nammu quien se paseaba en un abismo sin forma, se abrió a sí mismo en un acto
de auto procreación dando nacimiento a An (anu) dios del cielo y a Aki diosa de
la tierra.
Nuestra civilización procede de Grecia, es por ella que
tenemos como referente esta mitología, y es así que el primer ser que existió
fue Caos y después surgieron Gea o Gaya (la tierra), esto nos lo contó el historiador
Hesíodo.
Para la Biblia, Dios en un principio creo el cielo y la tierra
y después en siete días fue dando forma al universo, hasta moldear al hombre
.
La tierra fue abordada en la antigüedad como un acto de los
dioses o de un solo dios, es decir, dicho dogma era aceptado y a veces
sostenido por la clase clerical para mantener sus privilegios que no eran
diferentes del de los reyes o monarcas.
Por ello sorprende que un grupo de filósofos en la antigua Grecia
comenzaran a cuestionarse este origen divino y a pensar que el asunto debía ser
abordado desde la perspectiva de las leyes y trasformaciones de la naturaleza,
por ejemplo Demócrito habló por primera vez del átomo, como la partícula del
universo que no se podía dividir y Heráclito, de la dialéctica del universo, propiciadora
de los cambios cuantitativos y cualitativos de la materia. Veremos entonces como
está el hombre actual.
Algunos científicos explican el origen del universo como
producto del primer estallido (Bing Bang), es decir la nada se expandió y surgió
la materia. (Otros siguen tesis creacionistas)
De una u otra manera, ésta
es nuestra casa, la que debíamos considerar como lo hacen los pueblos indígenas,
territorio sagrado al que hay que proteger, porque en este entorno es que
permanecemos y sobrevivimos como especie.
Pero el hombre no ha estado a la altura de su misión, es el
gran depredador de su propia casa, es algo tan impensable como si en nuestra
propia residencia echáramos toda la basura y contaminación que encontráramos,
ello no sucede, hasta la adornamos, la llenamos de limpiadores, aromatizantes,
el aseo, el orden, la armonía, la elegancia, el lujo, sobresale en las “guaridas”
del humano, pero en su gran casa que es la tierra el panorama sí que es
desalentador.
Grandes metrópolis son irrespirables, las selvas son
deforestadas, el agua contaminada, los graves peligros que afronta nuestro
planeta no proceden del exterior (los aerolitos, ataques alienígenas, tormentas
solares etc) la amenaza esta in situ, es decir en el mismo planeta, veamos:
La minería sin control es la enemiga del medio ambiente, las
aguas son contaminadas con las sustancias venenosas que utilizan, importan más
las exorbitantes ganancias de multinacionales voraces.El plástico y la basura electrónica tardan en degradarse y
mientras tanto asfixian el medio ambiente y los océanos.
El vertimiento del petróleo y la tortura a la que se somete
el subsuelo con el fracking son referentes malignos para la salud del planeta.
La deforestación que arrastra las montañas, acaba con las
selvas, despoja a la vegetación, y a la fauna de su hábitat, seca cuencas hídricas,
desaparece ecosistemas, y determina extinción
de especies es un espejo apocalíptico, pronto veremos al oso polar y a los
tigres solo en películas o fotografías.
La industria de la muerte que propicia las guerras y la irresponsabilidad
del hombre que emite toneladas de gases a la atmósfera constituyen ataques
aleves contra su casa.
Los peores contaminantes (potencias industriales) están
tratando de concientizarse y por ello el pacto de la tierra y recientemente la suscripción
de obligaciones en París y en Nueva York arrojan una luz de esperanza para la
tierra y para nosotros.
Cada ejemplo de protección y conservación del medio ambiente,
de respeto por la madre naturaleza y multiplicación de este ejemplo, como
celosos guardianes será el mejor legado para las nuevas
generaciones, quienes no tendrán que buscar otros mundos fuera de este, sino
que disfrutaran este planeta azul, el más hermoso que conocemos.
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